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CRÍTICAS
UNAS PALABRAS
El agarre, la novedad y la fuerza estética de las esculturas de Horacio Dowbley proviene tanto de una amplia formación artística como de casi 20 años trabajando como arquitecto profesional. El espacio geométrico y el proceso de descubrimiento presente en sus obras se destacan en cada pieza artesanal, elaborada y perfecta. El artista argentino incorpora objetos encontrados, elementos reciclados y materiales de construcción. Las piezas resultantes - pulidas, burlonas y limpias, o toscas y prácticamente violentas - combinan misteriosamente lo Dadaesco o el humor a lo Magritte con la intensidad del Expresionismo Abstracto. Llama la atención con arrogancia visual y cautiva nuestra mente con declaraciones audaces, irresistibles.



Joyce Asper- Agora Gallery

Arte y educación - LA OLA
Reflexiones acerca de la valoración del arte en la educación formal.
Es un deber de los docentes reflexionar acerca de nuestras prácticas educativas, de los contenidos que transmitimos, del como y del para que educamos. El arte, es considerado como disciplina menor en la educación, la experiencia así lo demuestra: todos sabemos que no tiene el mismo valor obtener una baja calificación en el área matemática que en el área de plástica, de hecho la carga horaria de clase destinada a la enseñanza de las artes es significativamente menor en relación con las demás.
Este enfoque educativo, merece cuanto menos una reflexión.
Para analizar este tema es necesario realizar un un breve recorrido histórico acerca del origen de la escuela como institución, entiendo que no puede descifrarse sino es a la luz de un entramado filosófico, psicológico y sociológico de la época en la que se analiza.
La escuela, tal como la conocemos hoy, como espacio cerrado formal, de enseñanza masiva con dispositivos de control y disciplinamiento, (analizados exhaustivamente por el filósofo Michel Foucault) nace, aproximadamente hace 130 años, por una demanda coyuntural: la conformación de los estados-nación y por lo tanto la necesidad de formar al sujeto ciudadano y al sujeto productor. La cosmovisión de la época a la que se remonta esta inscripta dentro de una diversidad de paradigmas tales como la filosofía positivista, de lo medible, cuantificable, comprobable, observable, experimentable, características que debía poseer toda aquella disciplina que pretendiese ser considerada ciencia, aquella que no se inscribiera dentro de estos parámetros era considerada secundaria, menor, y en la práctica, tal fue el caso del arte, dentro del sistema educativo formal.
Esta visión instrumental, responde lógicamente postulados ilustrados como los de la fe ciega en la razón y en el progreso material.
La razón era el fundamento, la base en la cual se legitimaban socialmente los conocimientos en la cual hacía pie la institución escuela.
La misma conserva aún un fuerte legado moderno, ilustrado, enciclopedista, de cultura escrita gutemberiana, la división del conocimiento por áreas, la fuerte impronta plutoniana doxa-episteme, es decir, forzando la síntesis, la es- cisión del alma y el cuerpo.
En la llamada posmodernidad nos encontramos ante un nuevo paradigma, crítico (aunque conviven ambos, “lo viejo no terminó de morir y lo nuevo terminó de nacer”enuncia Antonio Gramsci) incierto, la razón como fundamento se en- cuentra al menos cuestionada, la alianza, la ecuación modernidad-educación se quebró, hoy la pregunta es si acaso existe el fundamento.
Esta crisis, también representa oportunidad, oportunidad de cambiar y de transformar las prácticas educativas.
Asistimos a una nueva cosmovisión del mundo, a un gran cambio que nos deja desorientados, perplejos, llamado posmodernidad.
“Dios ha muerto” (ya la razón no es el fundamento), “fundamento abismal”, “modernidad líquida” son, entre otras, categorías que describen este cambio desde la perspectiva de pensadores como Federico Nietzsche, Martin Heidegger o Zygmunt Bauman. Utilizando una inquietante metáfora basada en un tópico nietzscheano: se dice que nos movieron el piso y nos borraron el horizonte.
Ante este escenario es pertinente preguntarnos como docentes ¿cómo y para qué educamos? ¿en dónde estamos parados y hacia dónde vamos si el suelo es líquido o se mueve y no vemos el horizonte? No existen certezas ni una sola respuesta, lo que hay son posibles propuestas.
No obstante, nuevos paradigmas resisten a la visión ilustrada, parcial, escindida, fragmentada del sujeto, claros ejemplos aparecen en la medicina con el abordaje de la problemática del paciente desde una perspectiva integral, o en educación, con la integración de las áreas (por ej. enseñar matemática a través de la música, de la plástica, de la educación física, etc.)
No nos ha ido muy bien con el modelo anterior, o ¿acaso podemos llamar progreso al resultado?: dos tercios de la población bajo la línea de pobreza, dos guerras mundiales, el enriquecimiento de unos pocos a costa de la exclusión de millones.
Este cambio de cosmovisión, el actual, caracterizado por la incertidumbre, es utilizado también como suelo fértil para sembrar el discurso hegemónico neoliberal, (especialmente y a través de los medios de comunicación de propiedad de grupos corporativos que responden a los re- cetarios del FMI y el Banco Mundial y que han prescripto por décadas los contenidos educativos con la complicidad de muchos de nuestros dirigentes en función de sus intereses, por ej. Para garantizarse mano de obra barata) utilizando términos tales como “flexibilización”, “globalización”, que al admitir un amplio
campo se- mántico, se utilizan para confundir y así contribuir a asegurar la continuidad del modelo. Sabemos que estas unidades léxicas no son mas que eufemismos para hacernos creer que esto es lo “inevitable”, “lo nuevo”, “lo que devino” y que no podemos hacer nada, que solo queda adaptarnos y que la educación es la encargada de esta adaptación.

La Ola, una valiosa propuesta artística educativa.
Con acierto -en relación al análisis de que los discursos del poder pretenden naturalizar lo que, en realidad, es una construcción de este- la fundamentación teórica de la obra La Ola, del artista plástico Horacio Dowbley expresa: (…)el concepto instalado de que nada puede cambiar de que es muy difícil motivar a la población para que tome conciencia, de que no miremos al de al lado, que no nos importe mas allá de lo que pase en nuestros pequeños mundos, de que ninguno puede cambiar nada por lo tanto no hacemos nada.(…)
Es en este sentido que la educación debe basarse en un modelo que recupere lo que se ha dejado en un segundo plano, la dimensión emocional, solidaria del ser humano, del vinculo social con el otro, que atienda a la demanda social, no en términos de mercado sino en términos de la imperiosa necesidad de cuidar al otro y por lo tanto de su espacio, del medio ambiente en el que habita.
La construcción colectiva de la obra La ola, que perdurará en la conciencia de los que participaron en ella expresa esta otra mirada.
El artista Horacio Dowley, nos demuestra que aún tenemos esperanzas que podemos transformar las despiadadas condiciones que nos impone el sistema.
Su obra, realizada en comunidad con niños de distintas escuelas, emplazada en el espacio público, nos demuestra que hay otras respuestas posibles ante lo hegemónico, que la batalla es cultural, que aún con escasos recursos, son posibles otras formas de intervención, de expresión, de conocimiento del mundo.
Parafraseando al filósofo Paulo Freire, la educación emancipadora la hacemos entre todos y tal como lo expresa el filosófo Carlos Cullen se trata de recuperar los saberes socialmente productivos, políticamente emancipadores y culturalmente inclusivos a través del diálogo simétrico intercultural, no a través de la dominación de una cultura sobre otra.
Otro gran pensador contemporáneo, Emmanuel Lévinas, nos aporta el concepto de alteridad: la idea de tener en cuenta al otro en tanto otro, y ser responsable, responder ante su interpelación, y para esto reconocernos y reconocerlo como vulnerable, entender que necesitamos de los demás y sobre todo no temer y estar dispuesto a su encuentro. La obra La Ola es un claro ejemplo de ello. ¡Arte público!, clamaba el pintor muralista David Alfaro Siqueiros, arte público para reconstruir el vínculo social, es una posible propuesta, una valiosa modalidad de encuentro intercultural.



Adriana Oubiña

la ola

Trabajo realizado junto a 25 colegios de Luján y el Museo Municipal de Bellas Artes "Fernán Félix de Amador"
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De las olas del río contaminado a la ola de botellas descartables, el compromiso en la obra de Horacio Dowbley.
por Julio Sánchez

En el cuento infantil la princesa la da un beso al sapo y éste se convierte en un “apuesto” príncipe. En la obra de Horacio Dowbley el sapo sigue siendo sapo y la princesa que lleva una tiara de cotillón, es una cabeza indefinible que pasó por la experiencia de la contaminación ambiental causada por la planta de celulosa de la empresa Botnia. Dowbley (arquitecto y escultor) se imagina como sería el mundo “Cien años después de Botnia”, según nomina él mismo a una serie de obras. Los desastres causados por el hombre en la naturaleza y en la sociedad, son temas que preocupan a nuestro artista. No es casual que la materia prima de sus esculturas sean objetos desechados por la sociedad de consumo; ampoco es casual que continúe una senda que abrieron grandes artistas como Robert Rauschenberg en los Estados Unidos y Arman en Francia cuando comenzaron a crear objetos con aquello que encontraban a su disposición en calles y basurales. La mirada de Horacio es despiadada y crítica, examina la realidad social,política y cultural punto por punto y parece no dejar nada afuera asumiendo el riesgo sin caer en el panfleto. La lista de flagelos es larga: el paco, la corrupción política, la indiferencia social, la lucha de la clase obrera, las fábricas cerradas y el desempleo, entre otros tantos. Para hablar y denunciar estos temas Horacio utiliza objetos y el cuerpo fragmentado, la ausencia del cuerpo entero habla de una carencia, social e individual. El interés por temas de actualiad y su formación como arquitecto lo condujeron naturalmente a la escultura monumental en espacios públicos. El Monumento a las Madres de Plaza de Mayo emplazado en la Plaza San Martín de Quilmes, provincia de Buenos Aires, demuestra su compromiso con los derechos humanos. Quizá sea “La Ola”, la obra que sintetiza todas sus pasiones, es un monumento efímero creado a partir de una estructura metálica que se completa con infinidad de botellas plásticas descartables aportadas por alumnos de 25 colegios de la ciudad de Luján. La individualidad del artista disminuye ante el trabajo comunitario y el mismo Dowbley enfatiza: “Una gota casi no causa efecto, pero muchas gotas pueden generar una gran ola”.



Julio Sánchez

LA REINA DEL CARNAVAL

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